Adiós a los niños, de Louis Malle
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Nombre original: Au revoir, les enfants
Director: Louis Malle
Origen: Francia, Alemania Occidental
Año: 1987
El director propone una profunda visión de la niñez enfrentada a la injusticia y la confusión que genera en las mentes aún ingenuas de estos nacientes seres. Para pintar esa idea elige un periodo en que el miedo, el odio, y la xenofobia jugaban por toda Europa, y manchaban el alma de los adultos.
Esa atmósfera enrarecida del mundo, se refleja en el colegio cristiano donde transcurre la historia. La mayoría de los infantes reproducen, sin entenderlos, los vicios de sus padres, siendo Julien, el personaje al cual el relato sigue, la excepción reflexiva, y a quién las ambivalencias de sus compañeros, de los directores del colegio, y del resto de los alumnos, le confunden y le angustian.
Desde la óptica infantil, más precisamente la de Julien, dos temas del mundo adulto son abordados lúcidamente por la obra: La relación con el dinero, y el sinsentido de la xenofobia. El primero se respira constantemente en el colegio, donde la vida comunitaria exigida a sus pupilos, no funciona ni en estos, al canjear sus provisiones personales y moverse poco solidariamente, ni en los directores del colegio, los cuales regatean la alimentación a sus alumnos, y cometen injusticias dirigidas por la necesidad del dinero. El segundo tema, se plantea mediante la construcción de la relación de Julien y Bonnet/Kippelstein. En ese lento conocerse, en esa intermitencia de desconfianzas y confianzas con la que va ganando fuerza su amistad, Julien alcanza un conocimiento profundo de su amigo, y percibe que, a pesar de sus artificialmente opuestos orígenes, los sentimientos en ambos son idénticos, siendo esa identidad la que le revela el absurdo del diferente trato que la sociedad les impone.
Con respecto a la realización, aún sin destacarse especialmente, el arte, la fotografía, y las actuaciones son de gran calidad, y colaboran como un todo a generar el clima necesario para que el contenido de la película llegue más profundamente al espectador, lo que hace de la misma una gran obra.
Esa atmósfera enrarecida del mundo, se refleja en el colegio cristiano donde transcurre la historia. La mayoría de los infantes reproducen, sin entenderlos, los vicios de sus padres, siendo Julien, el personaje al cual el relato sigue, la excepción reflexiva, y a quién las ambivalencias de sus compañeros, de los directores del colegio, y del resto de los alumnos, le confunden y le angustian.
Desde la óptica infantil, más precisamente la de Julien, dos temas del mundo adulto son abordados lúcidamente por la obra: La relación con el dinero, y el sinsentido de la xenofobia. El primero se respira constantemente en el colegio, donde la vida comunitaria exigida a sus pupilos, no funciona ni en estos, al canjear sus provisiones personales y moverse poco solidariamente, ni en los directores del colegio, los cuales regatean la alimentación a sus alumnos, y cometen injusticias dirigidas por la necesidad del dinero. El segundo tema, se plantea mediante la construcción de la relación de Julien y Bonnet/Kippelstein. En ese lento conocerse, en esa intermitencia de desconfianzas y confianzas con la que va ganando fuerza su amistad, Julien alcanza un conocimiento profundo de su amigo, y percibe que, a pesar de sus artificialmente opuestos orígenes, los sentimientos en ambos son idénticos, siendo esa identidad la que le revela el absurdo del diferente trato que la sociedad les impone.
Con respecto a la realización, aún sin destacarse especialmente, el arte, la fotografía, y las actuaciones son de gran calidad, y colaboran como un todo a generar el clima necesario para que el contenido de la película llegue más profundamente al espectador, lo que hace de la misma una gran obra.
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