jueves, 2 de agosto de 2007

En el nombre de Dios, de Peter Mullan




Nombre original: The Magdalene Sisters
Director: Peter Mullan
Origen: Inglaterra, Irlanda
Año: 2002

Tres jóvenes mujeres son enviadas a uno de estos indignantes centros producto de las más enfermas mentes humanas. Tres mujeres son enterradas y olvidadas en una sórdida existencia de trabajo, humillación y dolor. Tres mujeres condenadas por una obtusa sociedad idiotizada por la acción terrorista de la iglesia. Tres mujeres cuyo único “error” fue, en cada caso, ser violada, coquetear, y tener un hijo previo al matrimonio. Tres vidas como ejemplo de las 20.000 que padecieron esos centros.

La película brinda una visión completa de la pestilencia que insertó la iglesia en la sociedad, y la total putrefacción de su vida íntima. Estos temas dividen la película en dos partes bien diferenciadas.

En la primera parte es impactante la frialdad de las familias, y la firmeza de las acciones en defensa de la misma como institución, aunque estas impliquen la destrucción de sus integrantes. Son ejemplos de esto: Un padre destruyendo a su hija, y una madre siendo completamente indiferente. Otros padres desapareciendo a su hija y a su recién nacido nieto, y la iglesia apareciendo como buitre, obteniendo dos esclavos y dinero extra. Toda esa increíble insensatez, es el producto de milenios de represión católica, de atontamiento dirigido, y de terrorismo al servicio propio ejercido por la misma. Solo ese martillar constante puede llevar a actitudes voluntarias como las anteriores.

Luego, el otro capítulo es la existencia en el internado, donde se presentan todas las conductas aberrantes imaginables: brutales castigos físicos, forzadas relaciones sexuales, ridículas humillaciones, y un cercenamiento absoluto de la vida mediante trabajo e incomunicación. Este abusivo trato, cuya crueldad pinta la monstruosidad de su aparato directivo, desde la codicia y sadismo de la hermana superiora, pasando por la hipocresía del sacerdote, hasta la idiotez e ignorancia de las monjas subalternas.

Ambas realidades, las secas familias y el sadismo de los internados, parecen extraídos de las peores épocas medievales, pero el impacto de esta atroz realidad es mayor cuando somos concientes que la misma esta inserta en la historia reciente de una capital europea. Donde se nos dispara la consideración que en esos tiempos, en sociedades de similar desarrollo, surgía el movimiento hippie y el amor libre, contrastando esa realidad con la condena implacable que la sociedad presentada imponía a la sexualidad.


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